Cuántas veces se nos habrá pasado por la cabeza que viviríamos mucho mejor si no tuviésemos que ir a trabajar… Así tendríamos más tiempo libre para dedicarnos a lo que realmente nos gusta o nos importa, con menos preocupaciones, menos estrés, sin tener que “aguantar a compañeros/jefes/clientes, etc.”… ¿Pero es tan verdad esto como pensamos? Seguramente muchas personas piensen que sí y que estén en lo cierto, sobre todo si están en situaciones más alarmantes como el conocido síndrome de burnout , que en este y en otros muchos lo mejor es intentar dar un giro y buscar un nuevo sitio donde desarrollarnos profesionalmente, pero hoy no vamos a hablar de esto; No. Hoy vamos a dedicar esta publicación a lo importante que es poder desarrollarnos profesionalmente, como personas e individuos, del verdadero papel que ejerce el trabajo en nuestra valía y desarrollo personal y, por supuesto, cómo afecta el tener una enfermedad neurodegenerativa en todo esto.
El trabajo es un rol básico al a vez que vital, es considerado una actividad personal que se usa como expresión personal y desarrollo madurativo de toda persona, en el que desarrolla y potencia sus habilidades, capacidades y su personalidad. No es sólo el dinero, que también, sino el grado en el que ese trabajo nos permite desarrollarnos de manera individual y, también colectiva, puesto que el trabajo, por regla general, también es una actividad social, donde nos relacionamos con otras personas y, si conseguimos una correcta coordinación e integración en el ambiente sociolaboral podremos sentirnos satisfechos. Por otro lado, también es una actividad productiva, donde aquello que producimos debe ser eficaz y contener una calidad suficiente para que tenga un valor y pueda atraer unos beneficios y, así, poder seguir manteniendo la actividad.
Como se puede observar, el trabajo es mucho más que una actividad donde pasamos muchas horas; nos permite superarnos a nosotros mismos, encontrar satisfacciones personales, formarnos, generar relaciones sociales, etc., lo que se convierte en una parte muy importante de nosotros mismos, formando parte de nuestra propia identidad.
Y es, en muchas ocasiones, la parte laboral uno de los ámbitos que también se resiente cuando una persona es diagnosticada de una enfermedad neurodegenerativa. Esto va a depender de distintas características, por ejemplo: la actitud de la persona, los síntomas, la evolución de la enfermedad, las características del propio trabajo, si hay posibilidad de adaptar el puesto de trabajo, etc.
Ante el diagnóstico pueden surgir dudas de si comunicar, o no, a la empresa que tienes la enfermedad. La realidad es que esto es una decisión única y exclusivamente personal que ha de tomar cada persona en el momento que considere, sobre todo si la seguridad no se ve afectada. Suele haber mucho temor a la hora de comunicar la noticia, este temor es debido a que anticipamos que la reacción por parte de la empresa va a ser negativa y asumimos consecuencias sin que aún haya pasado nada. Hay muchas personas que al no contarlo sienten una carga añadida a su día a día que puede llegar a repercutirles en su rendimiento. En este punto sería conveniente comunicar en tu entorno qué es lo que ocurre y dejarte ayudar.
En todo caso siempre es recomendable tener una planificación del futuro. Debido a las condiciones de la enfermedad, que aparece a una edad donde la trayectoria profesional empieza a ser muy gratificante, la jubilación puede llegar de una manera muy anticipada. Por eso tener una actitud flexible y plan de futuro es lo más adecuado. En este punto hay que considerar, además de la parte financiera para la familia y el estilo de vida, las metas no laborales como por ejemplo, metas personales, formación, hobbies, actividad física, salud, actividades de voluntariado, etc., siendo de nuevo nuestras aspiraciones el centro de nuestra atención, evitando por lo tanto, concentrarse en la discapacidad, en los obstáculos y las limitaciones, porque la vida es mucho más que el trabajo profesional.
Departamento de Psicología.