Cuando a una persona le diagnostican esclerosis múltiple le surgen, de repente, muchas dudas y muchos miedos que antes, con toda seguridad, no estaban ahí. De un momento a otro se pasa de “estar enfermo” a “ser enfermo”. Lo que parece una pequeña diferencia, sencillamente no lo es. La persona recién diagnosticada debe pasar por un proceso donde se enfrenta a una realidad totalmente diferente a la que hasta ahora estaba viviendo. Y es que, todo tu mundo se tambalea, porque hasta lo que ahora era un camino firme y seguro, de repente este camino se vuelve inestable y sin un rumbo claro y, además, entra en esta batalla el miedo. Una de las primeras reacciones que se suelen tener pensamientos del tipo “esto no es justo” ó, “justo ahora, cuando estaba en el mejor momento”, ó “¿por qué a mí?”. Esta actitud de rabia y enfado se produce por no poder aceptar la pérdida, en este caso, de salud.
El problema puede ser conceptual. La salud. Muchas veces la percibimos como algo continuo, como que gozaremos de salud toda la vida y que siempre será la misma. Si acaso, sí que somos conscientes de que podemos pasar por enfermedades, aunque transitorias en su mayor modo o, que vayamos perdiendo algo de salud debido a la edad, lo que solemos oír como “mi cuerpo ya no es el que era”. Pero no somos conscientes de que podemos perder la salud total o parcialmente “de la noche a la mañana”. Por eso cuando nos dan un diagnóstico de una enfermedad crónica, o cuando nos ocurre algo donde perdemos parte de nuestra salud y calidad de vida de manera súbita, tenemos esa sensación de que todo nuestro mundo se tambalea. Quizás, si aprendiéramos desde nuestra más tierna infancia que la salud sí es algo que se puede perder en cualquier momento y dimensión, le otorgaríamos otro valor y viviríamos de una manera muy distinta. Lo más probable es que todo el mundo, en algún momento de nuestra vida, tengamos que hacer frente a cualquier enfermedad. Por ello, no debemos entender la enfermedad como el final de nuestra vida, sino como el inicio de una nueva vida o, al menos, de una vida diferente a la que teníamos planeada.
Pero, ¿Qué hacer cuando la enfermedad ya forma parte de tu vida?
Hay una serie de actitudes sabias que Marc Laporta, musicólogo, sociólogo y psicólogo, recomienda, que son:
- Tener información de primera mano y construir el futuro sobre, o a partir, de la realidad.
- Aceptar la enfermedad. No negarla ni huir de la realidad. Ambas actitudes son contraproducentes porque postergan la solución que podemos tomar para iniciar el camino a nuestra mejoría o rehabilitación. Como dice Marc Laporta: “aceptar la enfermedad es actuar psicológicamente y positivamente para vivirla con victoria, a pesar del halo de derrota que tenga”.
- Luchar con todas nuestras fuerzas, no sólo en contra de la enfermedad, sino contra nuestra manera de ver la enfermedad. La primera reacción es ver la enfermedad como el problema principal, sin embargo, el problema real se encuentra en el valor que nosotros le damos a la enfermedad o, dicho de otro modo, en cómo vemos la enfermedad. Por lo tanto, si cambiamos el prisma desde el que vemos las cosas podremos incluso cambiar la enfermedad.
- Toda enfermedad impulsa un cambio de valores de vida. Esta actitud es buena para aceptar la enfermedad y asimilar ésta como parte de nosotros mismos. Marc Laporta nos quiere transmitir que a pesar de tener una enfermedad muy grave, podemos construir una vida madura
- Que la familia sea la parte de la medicina y no parte de la enfermedad. El papel que la familia adquiere para superar ó sobrellevar una enfermedad es crucial. Por ello, es de vital importancia que la familia tenga una actitud de ayuda, ánimo y dando esperanza en cualquier fase de la enfermedad.
- No vivir pasivamente, sino en la medida de las posibilidades de la enfermedad. En muchas ocasiones lo que creemos es lo que creamos. Vivir de una manera activa hará que afrontemos y aceptemos la enfermedad. Mantener o añadir a nuestra vida pequeñas actividades de ocio, lúdicas y sociales nos ayudará a una buena recuperación física y psicológica.
- No caer en el pensamiento exclusivamente positivo, creyendo que si siempre pensamos en positivo vamos a salir de la enfermedad. En muchas ocasiones tener una actitud positiva ante una enfermedad nos hace tener un mejor pronóstico pero no es suficiente para recuperarse de ella. Se entiende actitud positiva como asumir el proceso, aceptar la enfermedad como una etapa de autoconocimiento o, incluso ayudar a otras personas en circunstancias similares. Como dice Laporta “una actitud positiva por el positivismo nos llevaría a engañarnos sobre la realidad del proceso que estamos viviendo. Por ende, una actitud positiva, partiendo de la realidad y actuando en consonancia con los sucesos, nos permitirá construir un carácter íntegro y maduro”.
- Aunque pueda parecer un contrasentido, con la enfermedad muchas personas han podido ver y entender cosas que sin ella no hubieran podido ver ni entender. Es tan simple como que al estar enfermos, ellos y sus familiares, han empezado a cambiar sus pilares, es decir, se han dado cuenta de aquellas cosas que realmente son importantes y les han dado otro valor que normalmente, por el ritmo de vida tan frenético que llevamos, no nos damos cuenta de que están ahí.
¿Pero es realmente posible adquirir estas actitudes para afrontar una enfermedad crónica? Desde luego que sí. No quiere decir que el camino sea sencillo ni breve. A veces, esta actitud no llega de forma natural y hay que acudir a un especialista para que nos ayude en este proceso y, poder así, conseguir una vida plena y satisfactoria aceptando nuestra nueva vida y sacándole el máximo partido.
Noelia Melgar
Psicóloga de ADEM-TO
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