A día de hoy, el diagnóstico de la EM se realiza mediante la combinación de diferentes pruebas y estudios, ya que no hay síntomas, exploración clínica o pruebas de laboratorio que puedan determinar por sí mismas si una persona padece EM.

Para confirmar el diagnóstico de esta enfermedad el médico realizará un estudio muy cuidadoso de su historia clínica, efectuará un exhaustivo examen neurológico y realizará unas pruebas complementarias de imagen que permitirán hacer un diagnóstico diferencial que descartará otras causas que no estén relacionadas con la EM, para explicar los síntomas y lesiones presentes en el paciente con sospecha de tener la enfermedad.

Las pruebas más frecuentes que se realizan son la resonancia magnética, el análisis de sangre, la punción lumbar y el estudio de potenciales evocados. La resonancia magnética es la técnica que ha supuesto un mayor avance en el diagnóstico de la enfermedad. Esta prueba no utiliza radiaciones y permite obtener imágenes del sistema nervioso mediante un campo magnético y un ordenador. La razón de que la resonancia magnética sea una prueba tan útil es que puede detectar las áreas donde la EM está activa y unas zonas oscuras que se relacionan con localizaciones donde los nervios tienen lesiones permanentes. Por estos motivos es vital el uso de la resonancia para hacer un seguimiento adecuado de la enfermedad.

Los expertos señalan que llegar a este diagnóstico muchas veces es complicado y el proceso puede llegar a tardar varios años, tiempo en el que la EM puede evolucionar, por lo que es importante que, ante la presencia de un síntoma, los pacientes acudan al especialista.

 

Fuente: Libro “Cuestiones más frecuentes de Esclerosis Múltiple” realizado con el apoyo y colaboración del Dr. Ángel Pérez Sempere