Hoy vamos a hablar de salud, emociones y pensamientos. Son tres características aparentemente diferentes pero que están íntimamente interrelacionadas y, es que no puede haber una buena salud sin tener unas emociones pensamientos adecuados y viceversa. Porque la salud no implica “estar bien”, sino que depende de muchas características que hay que trabajar y tener en cuenta si queremos tener una buena salud. Por ejemplo, de la salud forman parte el tener una dieta adecuada, el realizar ejercicio físico, descansar… Esto que a veces nos cuesta tanto y que no siempre apreciamos. Cuántos pacientes vienen a consultar diciendo “no puedo estar parada. Eso de sentarme en el sofá un ratito para mí es como si no estuviese haciendo nada y perdiendo el tiempo”. De la salud también forman parte las creencias, las emociones, los sentimientos y la actitud que tengas ante la vida, es decir, el cómo te enfrentas a las situaciones de tu vida cotidiana, a los problemas. Y las emociones, ¿qué son? La doctora Marisa Navarro las define como una alteración del ánimo, que puede ser constante o ser aislada, de intensidad variable, que puede ser placentera o no serlo, que puede ir acompañada de manifestaciones corporales, que puede conllevar reacciones fisiológicas y psíquicas y que implican la adaptación de la persona a estímulos. Todos hemos oído hablar de emociones positivas y negativas. Con las emociones positivas no tenemos problemas, nos encanta tenerlas a todos, en cambio las emociones negativas son otra historia. Hay que decir a su favor que en muchas ocasiones las emociones negativas nos protegen y nos alejan de aquello que es desfavorable para nosotros, el problema viene cuando nos quedamos impregnados de estas emociones negativas, sencillamente porque todo lo que percibamos sea negativo. Por eso es importante que sepamos cuidar de nuestras emociones, es decir, que intentemos tener la menor cantidad de emociones negativas y la mayor cantidad de emociones positivas. A algunos de mis pacientes les explico que cada día es como un saco que abrimos, que ya cuenta con un contenido de base de todas “nuestras cosas”, que pueden ser una molestia, una enfermedad, tener un carácter negativo, haber perdido el trabajo, etc. Pero ese contenido base no lo es todo, por lo que es nuestra responsabilidad o, al menos está en nuestro control, irla llenando cada día con experiencias agradables que nos hagan sentir bien: un paseo en familia, sentirse orgulloso por comer sano y/o hacer ejercicio, pasar un rato con los amigos, tener una charla telefónica, una lectura amena, etc., etc. Si vamos llenando ese saco con buenas experiencias podremos generar una buena actitud ante la vida, lo que nos hará mucho más resistente a cualquier enfermedad porque al cuidar de nuestras emociones podremos fortalecer nuestro sistema inmunitario, puesto que un adecuado sistema emocional actúa como factor protector y preventivo de las enfermedades.
Uno de los factores que más influyen a la hora de tener estas emociones positivas…o negativas, son los pensamientos. Algo muy básico… si tenemos pensamientos negativos no nos podremos encontrar bien. Esto es misión imposible. Por lo tanto hay que actuar directamente en los pensamientos y en nuestras creencias. Lo primero de todo es detectar qué pensamiento es lo que nos ha hecho sentir triste, irritable, con rabia… para poder actuar.
Una de las maneras para conocer estos límites que nos ponemos es desidentificándonos de nuestros pensamientos a través de la observación porque al observarlos no nos quedamos atrapados en ellos. Para ello os propongo un ejercicio.
- Cerrar los ojos y observa tus pensamientos. Seguramente notes, por los nervios de la situación, que de repente parece que no podemos pensar en nada, que no se nos pasa nada por la cabeza. No te preocupes, esto le sucede a mucha gente, es normal, pero también es cuestión de tiempo. Asique tómate el tiempo que necesites.
- Coge papel y boli y cada vez que aparezca un pensamiento, identifícalo diciendo la posición que ocupa “uno”, “dos”, etc., y haz una raya en el papel con cada pensamiento identificado para después ver los que has tenido. Hazlo un tiempo aproximado de 2 minutos.
Aunque pueda parecer que no tienes ningún pensamiento al principio, solo tienes que esperar e irás viendo cómo van apareciendo poco a poco. Sólo tienes que observarlos, dejarlos pasar y anotarlos. Adoptar la postura de observador implica liberarte de esos pensamientos porque la persona se desidentifica, es decir, nos damos cuenta de que sólo son pensamientos.